Relato. Todo es cenizas...





"- Todo es cenizas, todo es cenizas... La maldición que asolaba a su capítulo le impedía dormir, de modo que el iniciado ocupaba un gran número de horas leyendo en el scriptorium, mientras su enorme potencial psíquico se desarrollaba. Creonte estaba ascendiendo muy rápidamente en los círculos de bibliotecarios, lo cual le daba acceso a documentos inaccesibles para su hermanos.

La sed de conocimientos le consumía, el mantra que aprendiera hace décadas se repetía obsesivamente en su cortex prefrontal: El conocimiento es poder, guárdalo bien. La obsesión por el conocimiento se había apoderado de él como un mnemovirus, le corroía como un ácido, su piel comenzaba a volverse casi transparente y la falta de sueño le estaba produciendo algunas alucinaciones. En ocasiones, sentía una voz que le susurraba al oído, era una alucinación, tenía que serlo.

No había apenas registros de los orígenes de los Cuervos más allá del nombre de su fundador, Azariah Vidya, no había mucho más, al menos no a su alcance...


Todo es cenizas, todo es cenizas... 

 Ese susurro no dejaba de atormentarle, de acosarle, le espoleaba a buscar más. El bibliotecario no sentía ninguna presencia disforme a su alrededor, procedía de dentro de él, era consciente de ello. Era como un aguijón que le desangraba, como una barra de hielo frío que le atravesaba el cerebro. Necesitaba saber, necesitaba saberlo.

Creonte estaba cerca de encontrar la respuesta a la cuestión que había torturado a su capítulo durante siglos. Sabía que no eran hijos de Sanguinus, ni la Sed de Sangre ni la Rabia Negra se habían manifestado nunca en ningún miembro del capítulo, los registros estaban ahí, y los había devorado durante años. No eran desciendientes de Corax, ni de Lionel, si lo fueran los No perdonados les habían reclamado o las mutaciones de Deliverance se habrían producido.

Creonte despertó, Virgilio le miraba. No, no era posible, Virgilio murió en sus brazos, debía de estar soñando. Creonte miró en derredor y su ojos contemplaron la disformidad en su forma más cruda. El noveno plano era el dominio maldito del Dios mentiroso, donde las almas se retorcían en cambios inconcebibles para su mente y los demonios no cesaban en su canción de la vida.

Creonte siguió a Virgilio a través del río de espejos y de lágrimas, Creonte no se hacía preguntas pero se las hacía. Pronto comenzó a verse a sí mismo, un astartes escuálido, marchito, caminando hacia la torre del tercer hemisferio donde le esperaba el Baron de Dunsinane. Atravesaba las tierras del sueño con una llave de plata en la mano y el símbolo amarillo en la frente, al final del viaje el psicopompos se despidió dejando a Creonte sólo frente la torre negra.

El conocimiento es poder, guárdalo bien...

Las alucinaciones continuaban incluso en sueños. Entró en la Torre de las Mentiras en busca de la verdad sobre su nacimiento, Creonte llegó al trono del Tejedestinos. El demonio le miró y vió a través de él, se vió sentado en el trono repartiendo los cambiantes dones de su señor a sus lacayos. Creonte retorció su cabeza picuda y miró al escuálido astartes errante, y Creonte le dijo.


-Dime, viajero, qué es lo que quereis saber.- dijo la criatura alada. El biliotecario le miró, su rostro mostraba cansancio.
-Busco el grial, decidme quién es el Rey Pescador.
-Sois hermano de aquel que puso la Rúbrica sobre su linaje, e hijo del hijo del Emperador.

Creonte se durmió con una palabra en la boca.  Prospero...




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